Viajar al Sudeste Asiático es una experiencia para todos tus sentidos, te atrapa y te deja con la boca abierta la mayoría de las veces. Pero antes de planear un viaje al Sudeste Asiático, piénsalo con cuidado ya que hay muchas cosas que te persiguen hasta casa desde el momento en que dices adiós a esta tierra.
Tus primeras vacaciones por el Sudeste Asiático fácilmente pueden convertirse en un éxito. Los colores son más brillantes, los olores más intensos, los sonidos más claros: todos tus sentidos parecen más agudizados que cuando estabas en casa. Además de los increíblemente hermosos paisajes, hay otras cosas pequeñas que te persiguen por el camino y se hacen un hueco en tu mente y corazón. Vamos a decirte que las cosas de las que te quejabas al principio, probablemente sean las cosas que más eches de menos una vez que te hayas ido.
Fruta por todas partes
No puedo describir cuánto te va a gustar encontrarte vendedores de frutas callejeros en cada esquina durante tus vacaciones. Plátanos, piñas, cocos, granadas… en todas sus formas: zumo, en rodajas y enteras. Y no, no tienen un precio alto de 5 dólares como en tu supermercado local; por nada más que un dólar puedes conseguir un montón.
Casi vas a olvidar porqué te gustaba tanto el azúcar. La fruta es todo lo que necesitas para satisfacer tus antojos de azúcar, y una batidora es el único electrodoméstico que necesitas.
La comida
Ninguna lista relativa al Sudeste Asiático está completa si no menciona la comida. Esta tierra es un lugar de patrimonio, de paisajes increíbles, de todo lo que te imagines, y, obviamente, de comida excelente. El “tomyun” y el “pad thai” en Tailandia, el “pho” y el “banh mi” en Vietnam, desatarán unos sabores deliciosos en tu boca. También está el hecho de que puedas pedir cualquier plato en la calle y no sepas realmente si es un puesto callejero o simplemente es la casa de alguien que está cocinando en la calle.
Lo gracioso es que cuando vuelvas a casa, tus amigos querrán celebrar tu vuelta yendo a un restaurante asiático, que seguramente no te guste mucho ya sea por la calidad o el precio. ¡Felicidades! Tu paladar ha cambiado para siempre, solo vas a poder echar de menos la auténtica comida asiática cada día y cada noche.
El precio
Una simple comparación: puedes conseguir hoteles de calidad y buenos servicios por más o menos 120 dólares al día en la mayor parte del Sudeste Asiático; mientras, en París, es posible que gastes unos 750 dólares al día. ¿Suena bien?
El “caos organizado”
Un amigo mío dijo una vez: “mientras estaba en el Sudeste Asiático, me sentía como si estuviera jugando a la video-consola siempre que salía a la calle”. Quizá no sea algo muy exagerado, ya que nunca sabes a quién te vas a encontrar, qué vas a ver, comer o hacer durante tu estancia aquí. Quizá veas una moto con 4 personas en el Barrio Antiguo de Hanói, un conductor de tuktuk en Bangkok que conduce como en un videojuego, una hermosa imagen de monjes caminando con sus túnicas naranjas en LuangPrabang…
Da un poco de miedo al principio, pero te va a acabar encantando. Después de unos días todo comienza a tener sentido. Mientras no se haga daño a nadie, no importa mucho cuán caótico pueda parecer. ¿No es así como debería ser la vida?
Y al final, si tienes suerte, vas a comprender que lo que al principio te pareció un “caos”, es simplemente una pequeña pincelada de lo que es la vida en el Sudeste Asiático, algo más grande de lo que te imaginas.
El regateo
Es divertido cuando te das cuenta de que regatear puede llegar a ser adictivo. No es fácil saber cuándo el regatear te empieza a parecer interesante en tu viaje por el Sudeste Asiático. Te vas a sentir satisfecho, no solo por el buen trato al que has llegado con el vendedor, sino también por la experiencia cultural única. Porque aquí, en esta tierra, regatear no solo sirve para ahorrarte unos dólares, sino que es un estilo de vida. ¿Has visto algún lugar, que no sea el Sudeste Asiático, donde los vendedores mantengan la sonrisa después de que intentes rebajar el precio de sus productos?
Recuerda que regatear es común en mercados o con vendedores callejeros, pero no es aceptable o posible en tiendas como 7-Eleven o en centros comerciales.